Escrito por: Dra. Gracia Salazar Bravo.
Individuo Correspondiente de la Academia Nacional de la Historia.
A medida que llegaba más y más gente a Cubagua y la ciudad comenzó a crecer se dispuso que la iglesia como institución mandara a alguien a ocuparse de las cosas de la Fe; por ello en la expedición de Gonzalo de Ocampo, llegó el padre Antón de Lucenilla, quien según un estudio realizado por el historiador Enrique Otte, traía una campana y un ornamento para dar misa; de él no hay mucha información en los anales de Cubagua; pero consta que sirvió un poco más de ocho meses y ganaba seis pesos diarios.
En 1522 los cubagüenses pagaron los gastos de dos clérigos y un sacristán, con un costo de 270 pesos anuales; uno de ellos era el padre Jerónimo de Quintanilla; quien también se dedicó al comercio de las perlas; hay pruebas de que envió 10 marcos de perlas a Juan Rui López, un mercader de San Juan (Puerto Rico) y dos onzas al previsor de San Juan, probablemente este último envío haya sido por concepto de diezmo.
El primer sacerdote nombrado oficialmente, como cura de Cubagua, según real cedula de 1526, fue Antonio Meléndez, encargándole el rey Carlos V al obispo de San Juan que le diera la provisión necesaria para que se instalara en Cubagua en un lapso no mayor a 18 meses contados a partir del 30 de agosto de 1526; sin embargo, Meléndez nunca vino porque ingresó a un monasterio y por ello en 1532 el rey designa a Francisco de Villacorta en su lugar. Realmente Villacorta, había llegado como vicario en 1524, y pasará a ser el sacerdote que más influyó en el asentamiento de la iglesia católica en Cubagua y Margarita.
Los cubagüenses no querían mantener a la iglesia y protestaron varias veces ante la corona, consideraban que era ésta o el obispo de San Juan quienes debían financiar y mantener a los sacerdotes de Cubagua; por ello en 1531 la emperatriz Isabel (esposa de Carlos V), ordenó a la Real Audiencia de Santo Domingo que nombrara a un clérigo a cargo de la corona, lo que se realizó al año siguiente, con un salario de 80 pesos anuales. De esta manera los cubagüenses pagaban un clérigo y un sacristán y la corona pagaba el otro clérigo.
En 1532 la emperatriz otorga una merced a favor del padre Villacorta, quien estaba a cargo de la iglesia dedicada al apóstol Santiago, por un valor de 150 pesos, que debían dividirse de la siguiente manera: 100 pesos para él y 50 para un ayudante; ese mismo año la reina le reclama al obispo de San Juan por haberse apropiado de los diezmos de la isla de Cubagua.
En 1534 el rey requiere que el ayudante del padre Villacorta viva en la isla de Margarita y que los cubagüenses, debían encargarse del pago de dicho sacerdote y en 1537 el rey demanda que con el producto de las labranzas y haciendas de la isla de Margarita se les pague a los clérigos de las dos islas.
En 1531 llega el sacerdote Diego de Medina, quien venía con el cargo de vicario y estuvo en el por cinco años; en las cuentas de Cubagua se tiene establecido que Lope de Quintero y Diego de Medina cobraron por espacio de varios años como vicarios y en 1535 Diego de Medina aparece como vicario y cura de la iglesia de Santiago. En las cuentas de ese año se menciona además como vicario a Juan Alonso y en 1536 a Pedro López y a Melchor Hernández.
Los españoles trataron de mantener vivas sus costumbres y para ello la corona española actualizó en 1537 unas ordenanzas que entre otras cosas controlaban que se mantuvieran la moral y las buenas costumbres de los habitantes de Nueva Cádiz; por ejemplo en ellas se especificaba que todo el mundo debía asistir a misa los domingos y en caso de no hacerlo la pena era de ser llevado a la cárcel por tres días o pagar una multa de tres pesos de oro, de los cuales la mitad iría a la construcción de la iglesia mayor, lo que nos indica que la iglesia de Santiago aún sigue sin terminarse y es que realmente nunca se concluyó por completo.

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